Hola papá y mamá,

La verdad es que ustedes no me conocen y les pido disculpas de antemano por inmiscuirme en sus vidas. Si no dejan que una persona externa a sus familias los aconseje por favor no sigan leyendo este texto. Pero en caso que sí lo acepten, les quiero contar que soy un profesor universitario que ha estudiado en los últimos 5 años las consecuencias sociales que produce el uso de las tecnologías de información y comunicación. Eso creo que es todo lo que deben saber. Si tienen cualquier pregunta pueden revisar los estudios que hemos desarrollado en www.tren-digital.cl o enviarme un email.

Y yo creo que sé lo que van a decir: que soy un amargado. Que las tecnologías no tienen nada de malo y que son exageraciones que se producen siempre cuando aparece un nuevo invento o adelanto. Que “nosotros somos hijos de las teles”, que nos “despertábamos los domingos con las líneas multicolores del Canal 13, que saltábamos de felicidad cuando por fin aparecía el angelito bailando y cantando, que después veíamos toda la tarde incluso Rescate 911, y que nos acostábamos con el Japenning con Ja y nos dormíamos con los estrenos. Y mira, ¡acá estamos!, sin ninguna consecuencia”.

Y puede ser que tengan razón. Sin embargo, yo también creo que las tecnologías NO son malas. Estoy de acuerdo con ustedes. No creo que el acceso a ellas sea negativo. Pero en lo que no me puedo quedar callado, por los estudios y observaciones que hemos realizado, es en las consecuencias que se producen cuando se utilizan sin normas o regulación. La mayoría de nosotros tenemos hijos pequeños o adolecentes y nos sentimos muy orgullosos con la forma en que utilizan la tecnología. Celebramos en algún momento cuando nuestros hijos comenzaron a sacar fotos de los teléfonos o tablets. “Qué increíble, no tiene todavía un año y ya sabe llamar al papá o hacer un video”. Nos pusimos felices cuando  vimos por primera vez el gran mundo de las aplicaciones que nos ofrecían los teléfonos con temas de pintura, lenguaje o juegos simples que consideramos como educacionales. Nos volvimos locos cuando instalamos plataformas para interactuar por mensajes con nuestros hijos y mantenernos conectados.

Pero lamentablemente nos encandilamos con este destello. Nos gustó tanto la atención que le ponían y la concentración que alcanzaban, que después de un tiempo, no nos dimos cuenta que cada vez comenzó a ser más difícil sacárselas. Para nosotros fue increíble, sobre todo para aquellos que trabajamos desde nuestros hogares y necesitamos darle “algo” a los niños para entretenerlos y poder terminar de enviar el último email. Pero pasó algo extraño: después comenzó a ser casi imposible que se entretuvieran con algo físico. Se transformó en un magnetismo.

Y nosotros, convencidos de les efectos terapéuticos de esta medicina, simplemente dejamos de ver que ellos necesitaron cada vez menos salir a jugar porque los entretenía más quedarse en casa. Dejamos de darles plastilina y lápices de colores. “Que pinten en la Tablet”. Tampoco nos dimos cuenta que ellos dejaron de entregarla con tanta facilidad cuando las ocupaban. “Más, más, Mío, mío” me dice mi hija menor cuando intento recuperar lo que legalmente me pertenece.

Hoy es el día del niño y en unas horas quizás nosotros le vamos a regalar una nueva tecnología a nuestros hijos. Y está bien. Nos convencimos que era necesario. Que era lo mejor para ellos. Y si alguien como yo les hubiera dicho RETRASEN UN POCO LA ENTREGA, por más años de estudio que tenga en el cuerpo, tampoco me hubieran escuchado. Sin embargo, ahora que sus hijos ya tienen tablets o teléfonos, les pido que por favor al menos me den la oportunidad de implementar seis consejos.

Dejen espacios libres de tecnologías. Comience por las comidas. Pero sean consecuentes. Que todos en la casa respeten los espacios libres de tecnología. Realicen actividades familiares como paseos que no involucren tecnologías para aumentar los espacios de conversación. Motiven a que sus hijos se junten con otros niños a jugar. Cuando nosotros vivíamos en Estados Unidos el colegio de nuestros hijos tenía una semana completa al año en la que se hacía una campaña para estar libro del uso de pantallas en las casas. Estamos lejos de ello pero al menos intentémoslo un domingo al mes con un paseo. Deben motivar a que todos participen de estas iniciativas desde pequeños para reducir los niveles de dependencia. Los niños desde quinto básico en adelante llegan a la casa del colegio a conectarse. Esa es la norma. Los únicos que tienen un patrón diferente son los que realizan actividades extra programáticas como deportes o talleres. Incentive este tipo de actividades.

Involúcrense con lo que hacen. Siéntense con ellos para jugar o querer ser parte de lo que realizan en las tablets, computadores o teléfonos. Intenten entender los juegos con los que pasan gran parte del día. Si ven que tienen problemas con ello, promueva de forma positiva el uso del tiempo en otras actividades, por favor no se centren solo en lo negativo que ven en el juego. Para ello eso es importante.

Las reglas se ponen antes. Ustedes deben saber que cuando el uso de la tecnología no es regulado y se utiliza por más de dos horas diarias, está asociado con mayores índices de soledad, depresión, baja autoestima y menor rendimiento escolar. Fije horarios y tiempos antes! No durante ni después. Mientras más espere para poner normas más difícil va a ser regular el uso e imponer posteriormente sus términos. Que desde el día uno su hijo sepa que no tienen uso ilimitado de los aparatos.

Controlen lo que hacen. Revise constantemente lo que están haciendo. Pongan un control parental. Si no puede vea al menos los historiales de navegación. Conversen con sus hijos sobre el tema. Los niños y adolescentes que utilizan las tecnologías en lugares privados del hogar y no son controlados por los padres, acceden a más del doble de pornografía. Requisar la tecnología antes de irse a acostar es necesario. Ellos no tienen para qué tener acceso toda la noche. Se envían mensajes durante hasta las 5 de la mañana, al otro día tienen colegio y no creo que sea necesario que se sientan conectados todo el día y también durante la noche.

Baje los niveles de interacción mediados por tecnologías. Los grupos familiares por WhatsApp son útiles, pero solo para información instrumental. No base su relación por este medio. No fomenten con sus hijos adolescentes o pequeños la comunicación con ustdes por esta vía. Que hablen cara a cara o por teléfono! Los mensajes crean distancia social y hacen que los niños muchas veces traten a sus padres como pares, lo que a la larga hace perder el respeto. Sean inteligentes y SIEMPRE prefieran la comunicación directa.

Sean un ejemplo. Que sus hijos nos los vean “pegados” todo el tiempo que ustedes están en la casa frente a un equipo. Utilice reloj y no vea la hora del teléfono. Siempre hay un mensaje y al final uno se queda pegado con la última notificación que recibió en vez de ver solo la hora. Intente dejar el teléfono en un cajón cuando llegue a la casa si no puede controlar sacar el teléfono cada 3 minutos. Los niños aprenden del ejemplo. Que ustedes no se transformen en lo que justamente no quieren que sus hijos lleguen a hacer.