Estimado troleador,
Tú no me conoces, pero yo te ubico perfectamente: eres de los que busca las debilidades ajenas para hacerte más fuerte. Te crees seguro detrás de una pantalla mientras te escondes en un perfil de redes sociales. Sí, eres tú. El que busca unos likes en el dolor de los demás. ¿Pero sabes qué? No eres distinto a los encapuchados que rompen vitrinas y se esconden en las masas. ¿Nunca te has preguntado por qué ellos se tapan las caras? Yo te pregunto lo mismo a ti. Si estas tan seguro de lo que piensas, ¿por qué no lo dices a la cara?
Sé exactamente cómo eres. Tienes problemas de autoestima y por eso quieres destruir al resto. Te duele ver lo positivo en los demás y sufres con los éxitos ajenos. Por eso tratas de bajarlos. Crees que para ser más grande hay que pisar y pararse sobre el resto.
Peor aún: mientras los demás iluminan al mundo al superar sus limitaciones, tu apagas esa pequeña luz que irradian al hacerle más marcadas las diferencias. Sí, sé exactamente lo que piensas.
Pero te tengo una mala noticia. Nunca vas a llegar muy lejos. Hablar mal de los demás termina hablando mal de uno mismo. Tarde o temprano los de tu clase siempre caen. Es imposible superarse si ves lo negativo en los demás, terminas viendo lo malo que tú también tienes. Y a nadie le gusta rodearse con los que miran solo los defectos. ¿Pero sabes qué es lo que más molesta? Hiciste que terminara hablando públicamente mal de ti. Pero no te preocupes, esta va a ser la última vez. Yo estoy en la Alameda 340. En el séptimo piso de la Facultad de Comunicaciones. Ven por favor cuando quieras, porque tengo mucho más que decirte. Si yo sé. No vas a venir. Por eso tuve que escribirte esta carta.