Por Ulises Hasen
Hace 20 años atrás, hablar de una hiperconectividad en las personas, era algo totalmente desconocido y difícil de dimensionar hacia el futuro, actualmente este término nos resulta bastante familiar y al mismo tiempo muy recurrente en las actividades diarias de cualquier persona.
En un estudio reciente, liderado por la psicóloga Sally Andrews académica de la facultad de ciencias de la Universidad de Nottingham Trent, sostiene que las personas miramos nuestro móvil alrededor de 85 veces al día, de estas interacciones, una gran parte corresponde a movimientos mecánicos e inconscientes de nuestro cuerpo. Si las miradas al celular se traducen en tiempo, son al alrededor de 5 horas invertidas en conectividad digital.
Este tipo de conductas ha gatillado en una sociedad altamente dependiente de la tecnología y adicta a conocer lo que está pasando en el mundo digital. Esta problemática es tan frecuente y reconocida, que en el año 2012 la Society for Psychical Research en su manual Diagnóstico y estadística de los trastornos mentales sometió a estudio la adicción a internet como una gran categoría, esta nueva patología se catalogó como una adicción moderna y casi comparable con las drogas o la dependencia del alcohol.
Finalmente no se incorporó como una patología permanente, principalmente por no encontrar evidencias concluyentes sobre las alteraciones que provoca en el sistema químico cerebral, sin embargo, se enfatizó que las redes sociales pueden provocar una adicción, si no se tiene consciencia de las horas y el uso que se les está dando.
Desde el año 2012 hasta la fecha, han pasado 7 años de modificación y adecuación de las conductas en las personas, hoy, es cada vez más frecuente observar personas abstraídas de lo que pasa en su entorno, por estar conectadas con su móvil. Es tan frecuente la falta de comunicación presencial, que en la actualidad no parece raro ver 2 personas sentadas en un café, sin hablar, totalmente desconectadas y conversando con otras personas por intermedio de su celular, esta perece ser una práctica normal y, peor aún, aceptada por la gran mayoría de la sociedad.
Es muy prematuro realizar algún tipo de diagnóstico sobre cómo y hasta dónde, vamos a llegar con la tecnología, el avance exponencial que ha tenido en los últimos años nos hace muy difícil predecir el futuro en relación al impacto y a los cambios generacionales que se van a producir.
Lo que si podemos concluir, es el cambio permanente y muy profundo en la forma de comunicarnos entre las personas, la instantaneidad de una forma acelerada, modificó nuestros hábitos, nuestras conductas y también nuestro lenguaje finalmente, lo que queda para el futuro es un mundo de preguntas e incertidumbres que poco a poco se van a ir revelando.